CONOCIENDO EL SIGNIFICADO DE TDAH
Maribel Gámez, 10-5-2023
“Como si tuviera un motor que no se apagara nunca”. Es así como muchos padres describen el comportamiento de su hijo. O también: “Está todo el día en las nubes”. Son dos frases que sintetizan lo que el entorno del niño con TDAH (trastorno por déficit de atención con y sin hiperactividad) experimenta. El TDAH no ha tenido un recibimiento fácil, ya que se ha dudado de su mera existencia como problema con base neurológica. Y algunos siguen reivindicando esa idea, como Marino Pérez, especialista en Psicología Clínica y catedrático de Psicopatología y Técnicas de Intervención en la Universidad de Oviedo. Las reticencias de varios profesionales como él a reconocerlo como una entidad diagnóstica se basan en que no existen pruebas neurológicas que avalen el trastorno y que, por lo tanto, sería un problema de conducta a trabajar en los contextos escolar y familiar.
Cuando, por su comportamiento inatento y/o excesivamente inquieto, alguien del entorno del niño sospecha que pueda estar sufriendo este problema, se realiza una evaluación que debe ser multidisciplinar. Entre los profesionales implicados, los médicos neurólogos son los encargados de realizar diversas pruebas encaminadas, no a detectar claves fisiológicas de la existencia del trastorno, sino a descartar otros problemas que expliquen los síntomas existentes.
De este hecho, es decir, de que aun no habiendo un problema físico que lo justifique se diagnostique TDAH solo por lo que el entorno cuenta del niño, se derivan las críticas anteriores. Si esto es así, dicen, entonces la medicación que se utiliza en los casos de niños diagnosticados con TDAH no estaría justificada en absoluto.
Es cierto que no hay marcadores biológicos claros ni únicos que permitan identificarlo de manera unívoca, pero la investigación médica sobre ello arroja algunos resultados interesantes. Por ejemplo se ha encontrado que tanto el volumen cerebral total como en particular el del cerebelo son menores en los niños diagnosticados con este problema en comparación con niños sin diagnosticar.
A través de estudios por imagen, como la resonancia magnética, se ha hallado un retraso en la maduración cortical en estos niños, sobre todo en el córtex prefrontal, donde residen las funciones mentales superiores. Esto es coherente con la dificultad que los pequeños presentan a la hora de planificar u organizar sus tareas, ya que el área prefrontal se encarga de estos procesos.
También es clave en las capacidades de atención y pensamiento, que en su caso se ven igualmente afectadas. Por último, la dopamina y la noradrenalina, dos de los neurotransmisores más importantes del sistema nervioso central, parecen estar involucrados de manera compleja y diferencial a la hora de realizar tareas en niños con y sin este diagnóstico. Debates aparte, lo que sí está claro es que existen muchos niños con una sintomatología que les dificulta seguir el ritmo normal del día a día, sobre todo en el ámbito escolar. Muchas horas sentados, teniendo que atender la voz del profesor, es un auténtico reto para ellos. A unos porque su cabeza se marcha lejos de la clase, para atender otros asuntos que sienten más interesantes; otros porque su cuerpo les pide movimiento. Y también hay niños que presentan ambos comportamientos limitantes.
Independientemente de que los marcadores biológicos se descubran o no, si un niño presenta unos comportamientos que afectan de manera significativa su vida, ese es un hecho al que hay que atender con el fin de ayudar a que el pequeño se desarrolle adecuadamente. Este es uno de los criterios para realizar un diagnóstico de trastorno por déficit de atención, con o sin hiperactividad: que su comportamiento no le permita un buen funcionamiento social o académico. Y para eso es absolutamente esencial la información que dan las personas del entorno del niño.
Pero no es lo único a tener en cuenta. Que su comportamiento inatento o hiperactivo se muestre en varios entornos como la escuela o casa da pistas, así como que dé comienzo antes de los 12 años.
No podemos olvidar que estos niños no eligen comportarse como se comportan, sino que tienen serias dificultades para, por ejemplo, esperar su turno o prestar atención a estímulos externos relevantes. Por lo tanto, mostrarán en el colegio, en casa y en cualquier lugar al que vayan comportamientos típicos del problema porque no tienen habilidades para utilizar en su lugar otros. Pero si el niño se comporta de manera distinta según sea el entorno, entonces es muy probable que nos encontremos ante un problema de conducta y no ante un TDAH.
El TDAH se hace muy evidente cuando el niño comienza la etapa primaria, a los 6 años, y se puede iniciar la evaluación. Antes de ese momento los profesionales no recomendamos iniciar este proceso, ya que el ritmo de maduración es diferente para cada niño y, como consecuencia, puede provocar falsos positivos.
Para realizar una buena evaluación, y no con el fin de poner etiquetas, sino con la idea de tener información veraz y completa de las dificultades del pequeño, hay que conocer al niño, a su entorno familiar y escolar y su historia de aprendizaje y clínica. Tras esa recopilación de datos, el psicólogo es el encargado de marcar el mejor tratamiento para el niño que, por supuesto, también involucrara a todo su entorno y a otros profesionales.
Eso sí, cuanto antes se atienda al niño que lo sufre mejor, por supuesto. Un diagnóstico precoz implica un tratamiento también precoz que puede evitarle muchos problemas al pequeño. Y es que los síntomas que presentan estos niños les conllevan, en muchas ocasiones, a presentar otros problemas derivados. Los problemas relacionales y los de aprendizaje, con su correlato de bajo rendimiento académico, son algunos de ellos.
Los seres humanos somos los animales más flexibles en cuanto a nuestra capacidad de aprendizaje, sumamente competentes para adquirir nuevos repertorios de conducta que cambien totalmente nuestra relación con el entorno. Estos niños pueden aprender cómo gestionar y canalizar algunos comportamientos que les hacen sufrir mediante la participación, el apoyo y las necesarias modificaciones en su entorno. En cuanto lo aprendan, podrán disfrutar de una vida plena sabiendo gestionar los problemas que acarrea el TDAH.
Pero si no se saben gestionar se convertirán en adultos desorganizados, impulsivos, llenos de energía que no saben canalizar, incluso con dificultades para seguir una conversación. Lo importante es que se detecten y traten las dificultades de estos niños para potenciar en ellos el máximo desarrollo.
Bibliografía...
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. DSM-5. American Psychiatric Association. Editora Médica Panamericana.
Entrevista a Marino Pérez sobre el TDAH. Diario ABC. 2014.