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EMOCIONES: MANUAL DE USO (y II)

Maribel Gámez, 10-6-2023

¿Qué pasos tengo que dar para regularme emocionalmente?

Ser conscientes de las emociones, aceptándolas como parte de nuestro repertorio de respuestas. Sabiendo que van a aparecer y que mandan un mensaje para provocar la mejor adaptación a la situación. Es importante aceptar su presencia. Podemos provocarlas intencionadamente para observarlas y ver cómo cambian. Así cuando vengan naturalmente tendremos algunos deberes hechos.

Hay muchas formas posibles de hacer este ejercicio de investigación. Prueba a meter las manos en agua muy fría y observa cómo responde el cuerpo; saca del baúl una foto de

Emociones: manual de uso (y II). Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

responder con la misma intensidad.

Investigar si son válidas. ¿Lo que nos dice la emoción es adecuado al contexto? ¿O es desproporcionado? ¿Nos falta información para saberlo? Si estamos con un miedo inmenso ante una presentación en público, que casi no nos permite hacer lo que tenemos que hacer, es posible que el miedo sea desproporcionado. Si nos encontramos en un camino con un perro suelto rabioso y babeante y el cuerpo entra en estrés para que corramos y salvemos la vida, hay que hacerle caso. De todas formas, le hagamos caso o no, en este segundo ejemplo, nos va a hacer que corramos y salvemos la vida.

¿Estamos interpretando de manera desproporcionada aquello a lo que tenemos que enfrentarnos o no?

Algunas estrategias de regulación

Mejor será que pongamos en marcha estrategias para calmarnos y poder pensar. La idea es volver a una línea base anterior a la emoción donde el cuerpo está más tranquilo. Es la única tarea en la que hay que centrarse en ese momento. No en tomar decisiones, sino en volver a un estado de control. Hay estrategias que nos complican más la vida aunque nos den un alivio rápido (como comer compulsivamente, beber en exceso o irnos del lugar temido).

Veamos algunos ejemplos de recursos que nos llevan a buen puerto; esto es, conseguir lo que queremos y ejercer una buena regulación emocional para estar en control de la situación.

Exponernos a estímulos que generen emociones diferentes a la que sentimos y nos desagrada. Por ejemplo recordar una anécdota graciosa, o ver un vídeo que nos haga especial gracia. También, así, podemos relativizar aquello que nos ocurre.

Recordar que las emociones vienen pero también se marchan y que si somos capaces de regularlas y llevarnos bien con ellas habremos conseguido hacer algo muy importante para llevar una vida buena y equilibrada.

Para poder conocer bien cómo respondes emocionalmente a situaciones que te causan problemas, te recomiendo que cumplimentes una tabla sencilla como esta que aparece a continuación, que permitirá entender todo tu proceso. Y también adelantarte a él la próxima vez que ocurra.

una persona a quién quieras mucho y de la que estés distanciado; observa una película o una serie en la que hay una escena especialmente violenta y desagradable. Exponte a un ruido intenso y observa qué te trae el cuerpo.

Todas estas situaciones generan emociones. Son situaciones buscadas para conseguir recoger información. ¿Qué partes de tu cuerpo reaccionan? ¿Se tensan tus músculos o se relajan? ¿Te sientes inquieto? ¿Tienes ganas de llorar o reír? Todo lo que sientes tiene como objetivo que hagas algo para volver a un estado de tranquilidad. Las emociones te mandan un mensaje de que hay un desequilibrio, algo a lo que atender para intentar volver lo más rápido posible a un estado de equilibrio, de tranquilidad de no tener que enfrentarse a nada. Ah, por cierto, al cerebro le da igual que sea real o imaginario, puede

Decidir qué hacemos con la emoción. ¿Le hacemos caso? ¿La dejamos que se exprese tal cuál aparece? ¿O hay que hacer un trabajo para regularla, como sí de un mando del volumen de la televisión se tratase?

En el caso anterior, el del del perro agresivo y babeante, mejor dejarse llevar por el impulso de correr; pero, ¿qué pasa ante hablar en público? Será mejor regular aquello que el cuerpo nos dice que hagamos, que es huir y volver a casa lo antes posible. Porque podemos perder el trabajo o suspender una asignatura de la carrera.

O en el caso de enfadarnos mucho con alguien hasta el punto de querer agredirlo. Porque podemos ir a la cárcel y destrozar nuestra vida.

Irnos del lugar, si es posible. No es recomendable en el caso de tener que hablar en público, pero sí en situaciones en el que estamos discutiendo con alguien y sentimos que podemos perder el control. Si nos vamos, dejamos de estar en presencia de la persona que nos genera esas sensaciones. Esto tiene que ir acompañado de estrategias para desviar la atención, para que nuestra cabeza no esté una y otra vez recreando la situación que genera esa emoción porque hacer eso mantiene el problema. Hay que tener en cuenta que recordar lo que nos enfada también nos enfada y así con las demás emociones.

Realizar ejercicios que generen emociones incompatibles con aquello que sentimos, como la relajación y la respiración diafragmática o abdominal, en el caso de las emociones que causan miedo, nerviosismo o enfado.

Si eres diestro gestionando aquello que sientes, enhorabuena, porque no es fácil hacerlo; si, por el contrario, te cuesta y no sabes cómo hacerlo, ven a vernos. La primera sesión no tiene coste.