
Puede parecer un misterio cómo un psicólogo es capaz de llevar a cabo su trabajo. Cómo consigue devolver el interés por la vida a una persona depresiva o eliminar el miedo a alguien a quien le asusta hablar en público. Sin embargo, no hay tal misterio; al contrario, su trabajo se basa en una serie de pasos claros, secuenciados y basados en la ciencia.
Este artículo, el primero de una serie, tiene como objetivo dar a conocer los entresijos del trabajo del psicólogo, desde que recibe al paciente por primera vez hasta que le da el alta, con el fin de eliminar la incertidumbre sobre qué esperar cuando se acude a su consulta.
Si, como decía, la terapia psicológica es una serie de pasos, ¿cuál es el paso inicial? ¿Qué es lo primero que un psicólogo debe saber para ayudar a un paciente? La primera etapa de cualquier terapia que quiera tener éxito es evaluar el problema, recoger buena y detallada información sobre el mismo. Para conseguirlo, el psicólogo hace muchas preguntas, pero ¿sobre qué exactamente?

Buscando el objetivo
Las primeras cuestiones van dirigidas a conocer algo muy importante, vital en terapia: qué es lo que el paciente busca al pedir ayuda, cuáles son sus objetivos. Es decir, qué metas o deseos quiere alcanzar una persona mediante la terapia psicológica. Es totalmente normal acudir a terapia confuso, sin objetivos. De este tema hemos hablado anteriormente en el Blog, en el artículo ‘Qué es y cómo funciona la terapia por objetivos’.
Es tan importante esta información porque el objetivo guiará los siguientes pasos a dar en el resto del proceso de terapia con el fin de conseguir alcanzarlo. El psicólogo busca saber qué necesita el paciente ya la primera vez que le ve y volverá a preguntarle muchas veces sobre el objetivo para confirmar si sigue siendo el mismo durante todo el proceso terapéutico. Así consigue asegurarse de que va por buen camino. Para hacerse una idea de su relevancia diría que, sin esa información, la terapia sería como un viaje en avión sin destino claro, como una novela sin argumento.

Si no hay un objetivo claro que alcanzar, la terapia se convierte en una charla; que puede ser agradable o esclarecedora, como la que se puede mantener con un buen amigo. Pero no sería una terapia que iría encaminada a resolver los problemas que el paciente trae, así que fracasaría. Así, el psicólogo, con el objetivo acordado con el paciente, tiene una dirección para restaurar su salud mental y eliminar su sufrimiento.
Una vez el objetivo u objetivos están claros, se ordenan en importancia para el paciente. Y el psicólogo comienza a recoger información sobre el primero de ellos. De todo lo que es posible hablar en una terapia psicológica el terapeuta centra su atención en ese problema y no en otros, para ser lo más eficaz posible.
En esta primera etapa de evaluación, que dura entre una y cuatro sesiones, la información que se recoge sobre el problema busca cumplir, entre otras, dos misiones esenciales:

La primera, conocer con qué frecuencia, intensidad y duración ocurre el problema; por ejemplo, de hablar en público. Si el psicólogo conoce estos tres parámetros podrá evaluar su gravedad, si interfiere de manera intensa en la vida del paciente. También le servirá esa información en el futuro para conocer si el tratamiento que pondrá en marcha funcionará. Si es un éxito o no, podrá saberlo si tras dar unas pautas para el cambio, el problema ocurre menos veces, va disminuyendo en importancia para el paciente y dura menos. Si es así, significa que el problema va desapareciendo, que el tratamiento funciona y el objetivo se está consiguiendo, con lo que la persona podrá ir hablando ante grupos sin problema.
La segunda misión consiste en recoger información para averiguar en qué situaciones el problema ocurre, si su miedo a hablar en público aparece solo en el trabajo o también en situaciones sociales, por ejemplo. Y cómo reacciona el paciente a ellas.

Conociendo estos datos podrá enseñar al paciente, por un lado, a estar preparado a distinguir las señales que indiquen que el problema puede aparecer; y, por otro, a reaccionar de una forma diferente que no le provoque sufrimiento, de una manera mentalmente sana. En definitiva, a conseguir un cambio en su forma de enfrentar el problema.
Qué preguntas se hacen en la consulta
Dicho esto, ¿qué preguntas concretas se puede esperar que el psicólogo realice en la fase de evaluación? Aquí van algunos ejemplos sobre el miedo a hablar en público.
1. ¿Desde cuando tienes miedo a hablar en público? Con esta pregunta el psicólogo busca evaluar cuánto tiempo se lleva sufriendo el problema. El tiempo que transcurre desde que empieza un malestar hasta que se pide ayuda, le da información al psicólogo para calibrar la resistencia a cambiar ese comportamiento.

Las personas que llevan mucho tiempo viviendo una dificultad que les limita han convertido en un hábito las estrategias que usan para lidiar con él. Se enfrentan normalmente de la misma manera, con pocos recursos útiles o incluso ninguno.
Y los hábitos son conductas que, cuanto más tiempo se mantienen más se fortalecen y por lo tanto, son más difíciles de cambiar. En este caso, un hábito adquirido al enfrentarse a situaciones en las que hay que hablar en público puede ser gestionar el miedo evitando, huyendo de todas la situaciones en las que se tenga que hablar en público. Otra posibilidad es no evitarlas, pero enfrentarlas con un sufrimiento muy intenso, con el cuerpo sometido a mucho estrés. En conclusión, cuanto mayor es el tiempo que se ha estado conviviendo con el problema más difícil es cambiar la forma en que se reacciona a él.
2. ¿Con qué frecuencia te ocurre? Conocer la asiduidad del problema es una información útil para que el psicólogo pueda conocer el grado en el que el asunto interfiere en la vida. Ese grado puede ser muy alto porque ocurra todos los días, e incluso varias veces al día, o bajo porque aparezca ocasionalmente.

En el caso de que sea ocasional o poco frecuente, el psicólogo tiene más tiempo para evaluar y diseñar la forma en que se conseguirá el objetivo; esto es, en el caso de hablar en público, que el paciente consiga reaccionar de una manera menos miedosa, más tranquila. A veces en los problemas que ocurren con alta frecuencia y que generan un intenso malestar y limitación seria en la vida, el psicólogo puede recomendar una visita al psiquiatra o al médico de cabecera para que este puede valorar la conveniencia de prescribir medicación.
3. ¿Por qué crees que tienes este problema? La opinión de quien acude a un psicólogo es muy importante a la hora de entender el origen y el mantenimiento del problema. Muchas veces a esta pregunta se responde con información del pasado remoto. La gran mayoría de las reacciones que se tienen ante las situaciones son aprendidas, no nacemos con una manera biológica predeterminada de responder ante ellas.
Existen diferentes formas de reaccionar ante una situación que requiere hablar en público. Para simplificar, unas personas pueden reaccionar con miedo a ser juzgadas por los demás o a cometer errores; en cambio, otras no tienen esas preocupaciones.

Todas ellas han aprendido a reaccionar así, no han nacido con esa forma de responder. En la mayoría de ocasiones esos aprendizajes han comenzado en la infancia o adolescencia y es ahí, al inicio, donde quiere llegar el psicólogo con esta pregunta. Podrá localizar situaciones en el pasado que sean el origen de cómo el paciente aprendió a reaccionar con miedo en el presente. Si lo consigue podrá explicar al paciente el comienzo del problema, cómo y cuándo ha aprendido a comportarse así.
4. ¿Cómo crees que puede solucionarse? Preguntando esto el psicólogo busca evaluar las posibles salidas al problema que el paciente ve. Es esperable que se responda con un “no sé” a esta pregunta. Muchas veces las personas acuden a buscar ayuda cuando han intentado enfrentar la situación de todas las maneras posibles y ya no se les ocurre qué más hacer. Quizá el paciente atisbe una posible solución, como dejar de evitar las situaciones en las que debe hablar en público, pero no sepa cómo hacerlo. Cualquier información que el paciente aporte ayuda al psicólogo a saber qué soluciones ha intentado y cuales han sido o no exitosas. La terapia es un ejercicio de diálogo y comunicación constante entre el profesional y el paciente.

Con estas y otras preguntas, a veces con la ayuda de test o cuestionarios, los psicólogos completan esta primera etapa de recogida de información. Después, ya pueden continuar con las siguientes fases de la terapia que consisten en realizar un buen diagnóstico; posteriormente, diseñar un tratamiento con la finalidad de conseguir el objetivo; finalmente establecer un proceso de mantenimiento de los logros terapéuticos que acabará desapareciendo cuando el objetivo esté consolidado. De las siguientes etapas de la terapia se hablará en posteriores entregas en el Blog.
Si el psicólogo no sigue estos pasos entonces estás en un avión sin destino o leyendo una novela vacía. Consulta con nosotros, tenemos soluciones para ti.
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❤️❤️❤️
⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
Muy bien explicado, muy esclarecedor.
Hacía mucha falta esta serie, la vedad.
¡Genial, me encanta esta serie!