top of page
Foto del escritorBlanca de la Torre

EL LENGUAJE DE LAS EMOCIONES


A menudo se habla de la regulación y el control de las emociones, como asignatura pendiente para poder funcionar en la vida sin sentirse condicionado por ellas.

Sabemos cuáles son, al menos las básicas, e incluso sabemos que la forma en la que se enfoca un determinado problema o situación, puede hacernos reaccionar de uno u otro modo.


La gestión del estrés está directamente relacionada con el hecho de percibir una situación como amenazante y con la auto percepción de los recursos de los que disponemos para hacerle frente. La sensación de peligro puede ser real o imaginaria pero la reacción es la misma. Muchas veces lo que ocurre es que, aunque disponemos de los recursos, no los activamos a tiempo.


Queremos enfadarnos sin perder los papeles, queremos que el miedo no nos paralice, o que una frustración no nos estropee el día. Sin embargo, a veces nos vemos exactamente así, perdiendo el control sobre nuestras emociones y actuando de forma errática o disfuncional.


El primer paso para poder manejar un estado emocional es identificarlo, algunas veces llegan muy rápido o tenemos la mente tan ocupada en nuestros pensamientos que no atendemos a lo que nos está ocurriendo a nivel interno y entonces ocurre, perdemos el control. A posteriori reflexionamos y nos damos cuenta de que estábamos enfadados, habíamos asumido demasiada carga de trabajo o dado innumerables vueltas a una idea que nos atormentaba o puede que nos hubiéramos culpabilizado por algo que ni si quiera dependía de nosotros, o que no hayamos sabido poner un límite a tiempo o concedido un espacio y un tiempo para asimilar una determinada vivencia.


Si tuviéramos información de antemano podríamos poner los mecanismos necesarios a tiempo, justo antes de actuar de forma inapropiada o incluso dañina para nosotros mismos o para los demás.


Las emociones son respuestas biológicas que nos preparan para adaptarnos a las exigencias del entorno, así pues, el miedo nos prepara para huir o defendernos, el enfado para poner límites o el asco para evitar intoxicarnos.


Muchas conductas aparecen de forma automática en función de lo que sentimos. Si aprendemos a observar nuestro cuerpo, nos podremos parar, analizar lo que pensamos y desactivar muchas de las mismas. De este modo, aumenta significativamente nuestra percepción de control y se refuerza la creencia de que somos capaces de afrontar lo que nos pase.


Las emociones desencadenan respuestas fisiológicas y motoras y estas a su vez se localizan en diferentes partes del cuerpo.


Un estado de ira intensa se puede percibir en forma de tensión muscular en los puños, el estómago, la mandíbula o piernas y sentir calor, sobre todo en la cara. Recordemos que el enfado nos prepara para atacar o defendernos, incluso ante una situación de amenaza imaginaria.


El miedo nos obliga a estar alerta y además nos prepara para huir. Podemos sentirlo en el estómago, en el pecho y hasta en los labios. Subimos los hombros, aceleramos o incluso cortamos la respiración unos segundos y tensamos los músculos de la cara.


La tristeza se puede sentir como un dolor o un nudo en la garganta o en el pecho. Una pesada carga en todo el cuerpo. Una fuerza que tira de nosotros hacia abajo y nos enlentece. Generalmente suele manifestarse así.


Sin embargo, cada cual lo percibe más en unas zonas del cuerpo o en otras y lo expresa a su particular manera. Conviene preguntarse... ¿Dónde siento yo mi miedo, mi enfado, mi vergüenza o mi tristeza?


Podemos tratar de recordar las veces que nos ha ocurrido o visualizar diferentes situaciones que nos ayuden a identificarlo. Podemos contemplar la silueta de un cuerpo humano en un papel y pintar nuestras zonas afectadas por los distintos estados emocionales. Cambiamos de postura, notamos dolor, tensión, debilidad, calor, frío...Si practicamos a menudo la autoobservación podremos ser más dueños de nosotros mismos.


Seguro que en periodos con mucha carga laboral, familiar o doméstica te has preguntado por qué te duele tanto la cabeza o las cervicales. ¿Te has fijado donde tienes los hombros? Simplemente colócalos hacia abajo y hacia atrás, la sensación de bienestar es inminente.


¿Alguna vez te has sentido acorralado y acalorado después de una fuerte discusión con tu jefe o tu pareja? Sal a un espacio abierto y camina. Respira despacio baja los hombros y bebe agua. Evitarás dar un buen portazo o una mala contestación al primero que encuentres.


¿Alguna vez sientes dolor en la garganta o en el pecho tras haber recibido una mala noticia? Busca un lugar privado y llora si es necesario. Sentirás como disminuye esa presión y te permitirá reponerte para continuar.


El cuerpo nos habla alto y claro, anímate a escucharlo.

56 visualizaciones2 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

2 Comments


paulalamia
Jun 24, 2021

Qué útil es aprender a identificar las emociones en el cuerpo

Qué poco se nos ha enseñado a escucharnos, a identificar lo que sentimos, dónde y cómo lo sentimos y vivimos. Gracias por esta información!

Like

Raúl Fariñas
Raúl Fariñas
Jun 24, 2021

Que buen artículo! se agradece esta radiografía de nuestras emociones en estos tiempos que son tan duros para todos y que a menudo nos ponen en situaciones límite que no sabemos manejar por desconocimiento de nosotros mismos.

Nunca lo había pensado, pero es verdad que la descripción física de los estados emocionales es así. Alivia algo saber de donde viene. Muchas gracias, impresionante artículo


Like
bottom of page