Continuamos hoy con la Zona debate del Blog, que pretende abrir análisis y debates sobre temas de interés personal e impacto psicosociológico. Participamos en los mismos Eva Vaillo, filóloga, colaboradora del Blog; Maribel Gámez, psicóloga y psicopedagoga, Directora del Centro de Psicología Aplicada; y quien esto suscribe, Alvaro Sánchez, filósofo y crítico de arte, editor del Blog. La periodicidad que tenemos prevista es mensual y distinguimos la zona mediante una variación en el color de los artículos.
Eva presenta y describe el tema. Maribel realiza el análisis psicológico y yo el social. Pero cualquier otra combinación también es posible, no te sorprendas.
Si en los demás artículos siempre agradecemos la participación de los lectores del Blog, en estos lo haremos muy especialmente porque pretendemos que sea un espacio de análisis y debate. Hoy el tema que tratamos es propuesta de Maribel: los psicópatas que nos rodean, que no son precisamente los que nos muestra el cine. Veamos quiénes son... o pueden ser.
Para lo que contamos con la inestimable ayuda del cortometraje Lobos:
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EL HÁBITAT IDÓNEO
Eva Vaillo y Maribel Gámez
¿Cómo son tus visitas al banco? ¿Te producen sensaciones agradables o desagradables? ¿Sientes que tienes que resolver por ti mismo y con ayuda de internet alguno de los problemas que has ido a consultar? ¿Te han intentado vender algún producto o servicio financiero de riesgo dentro del banco sin darte muchas explicaciones?
¿Te has preguntado alguna vez qué tipo de personas trabajan en una oficina bancaria?
Daniel Ortiz y Javier Díaz, directores del cortometraje Lobos al que hoy hacemos referencia en esta Zona debate, parecieron preguntárselo por el contenido que ofrece su film, al que la mayoría de las personas que lo han visualizado, trabajadores de banca, califican en Youtube como realista según su propia experiencia.
Lobos, producido por el colectivo Niños Cabra, fue estrenado en enero de 2014 interpretado por los actores malagueños Miguel Zurita, Antonio Caparrós, Antonio Martín, Carmen Baquero, Susana Almahano, Mari Carmen Fernández y Mercedes Verdugo. Este cortometraje es el último trabajo de este grupo de jóvenes artistas que inspiraron su historia en expedientes judiciales reales y testimonios de trabajadores de banca.
A lo largo de Lobos podemos observar diferentes temáticas hipotéticas dentro de la empresa, tales como métodos de presión para incentivar la venta de productos financieros, el mobbing, el enchufismo, o cómo algunas inspecciones de Trabajo están acordadas con el banco. Para enfocar estos asuntos con cierta realidad, Lobos se centra en una reunión discreta del ficticio Banco Nacional a la que algunos directores de sucursal acuden bajo secreto profesional para instigar el cumplimiento de objetivos de sus respectivas oficinas bancarias.
Para cumplir su objetivo último, que es obtener beneficios, incrementándolos año a año en la medida de lo posible, la dirección del banco insta a sus directores de oficinas a que vendan a sus clientes diferentes productos o servicios financieros, desde un plan de pensiones a una tarjeta de crédito; desde un depósito a plazo fijo a un fondo de inversión, según las posibilidades de cada cliente que el banco clasifica y categoriza en una tabla que envía a cada sucursal y empleado. En la reunión, el ejecutivo del Banco Nacional expone a los directores de sucursal asistentes que lo único que interesa al banco y les debe interesar a ellos es que los beneficios del banco aumenten para así poder seguir repartiendo bonus por cumplimiento de objetivos y dividendos por acciones entre ellos mismos: los cargos ejecutivos del banco.
Lobos muestra una amplia panoplia de comportamientos descarnados bajo el mantra “Repetición, presión. Autoridad y represión”, comenzando por la baja consideración por los empleados del banco, a los que en su mayoría se califica como “monos” incompetentes y vagos, de los que hay que librarse por cualquier medio para quedar sólo con los más despiadados y eficaces, capaces de mandar a los clientes a contar sus penas al cajero automático en lugar de a ellos, sin sentir la más mínima conmiseración.
Este tipo de personas abunda en el ecosistema social bancario y financiero, pero no es su único hábitat. Si miramos a nuestro alrededor, nos será fácil encontrar esos mismos comportamientos, más o menos matizados, en numerosos ámbitos: son las personalidades psicopáticas integradas, aquellas con gran capacidad para dañar a las personas de su entorno.
Pero vayamos por partes y comencemos respondiendo de manera sencilla a la pregunta qué es la psicopatía.
Las personas a las que podemos llamar psicópatas han existido siempre. Sin embargo, el inicio de su estudio por los profesionales de la psicología comienza en los años cuarenta del siglo pasado. Gracias al trabajo del psiquiatra estadounidense Hervey Cleckley podemos hablar en la actualidad del concepto de psicópata y de los comportamientos que los diferencian del resto de las personas. Cleckley comenzó a ver un patrón en algunos pacientes que atendía, una forma de ser similar entre ellos que les alejaba del funcionamiento esperable en un ser humano que vive en sociedad.
Estas conductas creaban un grupo de individuos con un problema psicológico nuevo. Percibió que este colectivo se caracterizaba porque no sentían remordimiento o culpa ante el hecho de haber hecho daño a la gente de su alrededor, una reacción esperable en todo aquel que tiene que vivir en sociedad. Usaban la manipulación y la mentira de manera habitual con el objetivo de conseguir sus fines, sin importar la repercusión negativa que pudiera tener en los demás. Asimismo, presentaban una pobreza afectiva muy llamativa, eran incapaces de amar y vincularse con las personas que les rodeaban.
Por último, Cleckley, se percató de que la actitud general que mostraban ante cualquier situación se caracterizaba por una ausencia de nerviosismo. Mentían, manipulaban y dañaban sin que las consecuencias les inquietaran.
Como es de esperar la psicopatía fue y es más fácil estudiarla en ambientes carcelarios, donde se puede diagnosticar a los reclusos a través de la observación y de pruebas psicológicas.
Sin embargo, la psicopatía más frecuente, difícil de diagnosticar y a la que más hay que estar atento es la de la vida cotidiana. Supuso y supone un reto conocer realmente cuánta población psicopática, subclínica, es decir integrada, hay entre nosotros. Son personas que nunca pedirán cita con un psicólogo porque no perciben que haya en ellos nada que deba ser cambiado.
Debido a esa dificultad hay muy pocos estudios que se basen en detectar a estas personalidades que nos rodean. Las conclusiones a las que se han llegado en estos estudios es que estas personas, estos psicópatas integrados, muestran falta de empatía, capacidad de manipulación y falta de remordimientos ante causar daño a los demás pero que no pasan al acto criminal.
No podéis perderos Lobos, el corto que os proponemos para ilustrar este tema, porque es un ejemplo perfecto de este psicópata al que nunca veremos en la cárcel y del que hablamos en la Zona debate de hoy.
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EL PSICÓPATA REAL
Maribel Gámez
Es innegable. La psicopatía es un tema que a todos nos resulta atractivo. O, por lo menos, está claro que es atrayente la idea que se tiene comúnmente de ellos, de la forma de ser de una persona con psicopatía. ¿Cómo si no podemos explicar el éxito de muchas series y películas con personajes centrales carentes de empatía por el bienestar ajeno que consiguen siempre lo que quieren? La ficción que, en las últimas décadas se ha prodigado en mostrar cómo es la personalidad de un psicópata, también les ha negado verosimilitud a la hora de describir la realidad más común de estas personas.
La industria del entretenimiento audiovisual nos muestra un tipo de psicópata cuya forma de actuar es anecdótica: los psicópatas asesinos en serie. Personajes calculadores y fríos que llegan hasta el extremo de matar para conseguir lo que persiguen que, a veces, consiste en hacer daño de manera intencionada al otro. Justamente en el placer que obtienen con el acto de la caza y la tortura de otro ser humano.
La probabilidad de encontrarnos con alguien así en nuestro círculo cercano es tan lejana y residual que las películas y series que basan su argumento en ellos nos atraen precisamente por ese motivo: porque sabemos que no nos harán daño, que esas historias son prácticamente cuentos alejados muy alejados de la realidad y podemos disfrutarlas sin temor.
Por lo tanto, este grupo de psicópatas son una excepción en cualquier sociedad y no vamos a hablar de ellos.
Vamos a contaros sobre un perfil mucho más interesante y común, aquellos psicópatas que sí están cercanos a nosotros. En esta Zona debate, hemos decidido centrarnos en el psicópata que trabaja al lado nuestro, en la oficina, ese primo paterno que se dedica a la política, aquel que acude a nuestra clase de escalada. Aquellos que se pueden encontrar en cualquier lugar porque están integrados socialmente intentando pasar desapercibidos.
Son potencialmente dañinos en las relaciones personales, así que es buena idea que sepamos detectar si estamos en presencia de uno para pronosticar cómo se comportará y que precauciones tomar si hay que relacionarse con él.
En definitiva, nos centraremos en aquel psicópata que es diferente al resto de los seres humanos en su forma de apegarse a los demás pero que nunca encontraremos en una cárcel.
La psicopatía es un problema que se encuentra enmarcado en Psicología dentro de los problemas de la personalidad. Ya hemos hablado en el Blog de este tema.
Básicamente, la personalidad se define por una forma de actuar que todos tenemos, que se repite y es consistente en el tiempo. Cuando oyes que una persona califica a otra como tímida o trabajadora, ahí se está describiendo un comportamiento general de la forma de ser de una persona. En el primer caso, describe a alguien que se comporta hablando poco en situaciones sociales, probablemente con dificultad para hacer amigos, con problemas para contar a los demás sobre sus emociones.
En el segundo caso, la forma de funcionar de una persona trabajadora es alguien a quien vemos invirtiendo muchas horas en este área, con poco ocio, hablado siempre de sus logros profesionales. Si hablamos de la personalidad de una persona psicópata su característica principal es que no establecen vínculos afectivos con los demás sino vínculos instrumentales.
Su principal meta no es vincularse afectivamente a los demás sino conseguir otros objetivos que satisfagan a su ego. Estas personas se guían por intereses propios que les generan placer como, por ejemplo, acumular la mayor cantidad de poder posible.
Todos nos guiamos, de una u otra manera, por objetivos personales; pero sí a eso se le suma una incapacidad para empatizar con los demás, es decir, una falta de preocupación por los sentimiento de los demás, la mezcla de ambas características resulta en una personalidad que con facilidad provoca dolor a las personas que rodean al psicópata. Con una persona así poco se puede construir a nivel relacional. Están contentos cuando consiguen lo que quieren, pero no dudan en manipular a los demás, por eso hablaba de que no establecen vínculos de afecto sino de instrumentalización con el resto. Por ese motivo se permiten engañarlos y hacerlos sufrir si con eso logran alcanzar su siguiente deseo. Y son así siempre, es una forma de comportarse muy arraigada, una forma de ser que no cambia; es decir, una personalidad.
Pero, una personalidad psicopática, ¿nace o se hace?
Lo cierto es que ambas posibilidades pueden darse. Hay personas que nacen con el cerebro configurado de tal manera que se comportan como psicópatas, en mayor o menor grado. Este tipo de psicopatía biológica se llama primaria y hace referencia a las personas que ya nacen con rasgos de falta de empatía, tendencia a la manipulación, engaño y, atención a este rasgo, falta de miedo o, por lo menos, una disminución de la reacción de miedo ante las situaciones de riesgo.
Se ha visto gracias a pruebas de neuroimagen que su cerebro nace diferente: por ejemplo, su hipocampo tiene un volumen menor que el del resto de las personas que no sufren psicopatía. ¿Qué tiene que ver el hipocampo con el comportamiento de estas personas? El hipocampo es el responsable de que aprendamos qué situaciones debemos evitar. Si nos atracan violentamente mientas cruzamos un puente, el hipocampo es el encargado de recodarnos que ese puente debe ser una señal para protegernos en el futuro, porque ahí ocurrió algo que puso en peligro nuestra vida y puede volver a pasar. Producto de esa conexión que hace el hipocampo entre el miedo y el puente, cuando volvemos a pasar por él sentimos temor.
Las personas psicópatas, al nacer con un hipocampo menor, su miedo disminuye y tienen comportamientos más arriesgados que el resto. Si seguimos hablando del sistema límbico o sistema que regula las emociones, se ha visto que la amígdala, estructura que se encara de los aprendizajes no contextuales de miedo (en el ejemplo anterior la amígdala se encarga de que aprendamos a tener miedo al atracador, no al puente donde ocurre el atraco) de un psicópata en reposo es menos reactiva que la del resto.
Esto se traduce en una actitud más relajada, menos nerviosa ante la vida. Pero no solo diferencias en el hipocampo y en la amígdala hacen más comprensible su forma de ser, sino también la reacción del eje HPA, compuesto por el hipotálamo, la pituitaria y las glándulas adrenales, encargado de producir cortisol, que es la hormona del estrés, es menos intensa en estas personas. Siguiendo con su biología, está demostrado que la zona prefrontal del cerebro se encuentra también disminuida. Es la parte del cerebro en el que residen, entre otras funciones, el control de impulsos, algo que muchas veces les falta a estas personas que se muestran con frecuencia frustradas o poco contenidas emocionalmente.
Por último, dos hormonas están alteradas en estas personas: la serotonina que se encuentra a menores niveles que el resto de la población y la dopamina, por el contrario, a mayores niveles. Esta combinación provoca que estas personas magnifiquen la percepción de las sensaciones agradables cuando imaginan algo que desean y que esa emoción de deseo intenso, provocado por una dopamina elevada, unido a una serotonina baja generadora de conductas impulsivas, junto a su dificultad para empatizar con los demás, expliquen en gran parte su forma de ser.
En conclusión, hay personas que nacen con un cerebro predispuesto a la poca empatía, a la impulsividad, a la manipulación, a la falta de experimentación del miedo y por lo tanto, a no poder establecer vínculos de calidad basados en el afecto, en el apoyo y la comunicación sincera mutua.
Ahora bien, no existiría la denominación de psicopatía primaria si no hubiese una secundaria.
Con psicopatía secundaria los psicólogos hacemos referencia a las personas que no nacen genéticamente con un cerebro distinto pero que se comportan de manera muy similar a las personas con psicopatía que sí lo son desde el nacimiento. ¿Qué experiencias han tenido para que lleguen a parecerse? Pues ya imaginareis que experiencias no muy agradables. Se ha relacionado que infancias marcadas por el maltrato y la negligencia, es decir, con los padres que no cubren las necesidades básicas del niño, se crea una imagen del mundo hostil a quién sufre esas situaciones.
Muchos de estos niños, al convertirse en adultos, se alejan de las interacciones sociales por haber sido especialmente dañinas para ellos, lo que genera un desapego similar a la persona con psicopatía. Como viven en entornos donde se les ha dañado, pueden mostrar con más facilidad respuestas emocionales no empáticas con los demás y ser menos expresivos emocionalmente. Estos rasgos les acercan a los psicópatas primarios pero la experiencia que ambos viven de la emoción de miedo les diferencia: las personas con psicopatía secundaria sienten miedo en mayor medida que los psicópatas primarios y, por tanto, están más desregulados emocionalmente, lo que les puede llevar a sufrir ansiedad o depresión, algo que ocurre con dificultad en el caso de los psicópatas primarios.
Un empleado de banca puede venderte un producto que te llevará a la ruina sin ningún remordimiento (¿os acordáis del caso de las preferentes?) porque no le importa muy poco lo que las personas que lo compren vayan a sentir o los problemas que les vaya a provocar cuando sepan en qué han invertido realmente. Un psicópata secundario sentirá miedo o preocupación en mayor grado y eso, si no está bien gestionado, puede llevarle a sufrir un problema psicológico.
¿Qué podemos hacer si nos encontramos con alguien así? La estimación de qué porcentaje de personas con personalidad psicopática existe, varía del 1% al 6% de la población general, pero no es nada fácil determinarlo realmente. Esto es así porque se tienen sobre todo datos de cuántos psicópatas delincuentes existen, pero pocos sobre psicópatas que no cometen delitos ya que estos forman parte de la población general, no carcelaria. Además nunca se les verá pisar la consulta de un psicólogo al no sentir miedo como el resto de los seres humanos. Por esto no se pueden contabilizar y no se pueden realizar estadísticas sobre ellos.
Independientemente de ello siempre es útil ser capaz de detectar los comportamientos que indican que se está en contacto con un psicópata. Primero aparece en quien les conoce una sensación de extrañeza, algo muy sutil, una emoción que indica que el otro, el psicópata, es diferente, que no se rige por las mismas normas que los demás. Esto es así porque la necesidad de afecto, de vincularse al otro para buscar amor, apoyo mutuo o no existe o no es, desde luego, la prioridad para esa persona. Y esa forma de ser es muy llamativa ya que el vínculo emocional es lo que buscamos todos los seres humanos como algo esencial para vivir, pero ellos no lo necesitan.
Si se tiene un contacto prolongado con uno de ellos, uno se va dando cuenta de que estas personas están atentas a otras cosas no vinculares en una relación como, por ejemplo, qué tácticas usar para instrumentalizar la relación y que el otro sirva de herramienta para conseguir lo que quieren. Pueden manipular, engañar, prometer falsamente, y algunos son muy buenos haciéndolo, si los otros no acceden a sus deseos.
No cuidan las emociones de los demás, no están atentos a si les hacen daño a no ser que ese daño provoque que estos se alejen y, por lo tanto, perder oportunidades de conseguir lo que desean a través de esas personas.
Mi consejo como profesional de la Psicología es que, si se detecta que hay alguien así en el entorno, lo mejor es alejarse de esa persona lo máximo posible. Si es el caso de tener que, obligatoriamente relacionarse con alguien así, es buena idea conocerle en profundidad para combatir sus estrategias de engaño y manipulación. Mantener un vínculo afectivo con un psicópata es un error porque ese vínculo puede ser utilizado por el otro para conseguir sus fines.
En definitiva, atento a quien tienes al lado. ¿Tienes una sensación de que alguien de tu entorno no funciona con las misma necesidades vinculares que los demás? Observa su forma de ser, qué preocupaciones tiene y qué métodos usa para conseguir lo que desea. ¿Se permite manipular a los demás sin preocuparle cómo el otro se sentirá? ¿No muestra empatía ni preocupación? ¿Finge sentir pena, culpa o tristeza? Si es así, aléjate, y si no puedes marcar distancia, conócele en profundidad y deshazte del vínculo afectivo, si lo tienes, porque te hará daño. Echa un vistazo a tu alrededor.
Bibliografía
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TIMEO BOE ET DONA FERENTES
(Temo al BOE aunque traiga regalos)
Alvaro Sánchez
02:30 horas, sábado, en alguna capital de Castilla y León
-Los psicópatas no existen. No los reconocen los tratados psiquiátricos de referencia, ni el DSM-5 (1) ni el CIE 11 (2).
-¿Cómo que no? Los puedes ver en la tele todos los días, en las noticias políticas y económicas. Y si me acompañas a la oficina bancaria de la esquina te presento a uno, su director. Y sospecho que no es el único que hay allí.
-No son psicópatas, son triunfadores a los que se envidia.
-Ya. Por cierto, ¿tú que eres?
- Diputado autonómico. ¿Y tú?
-Autónomo societario. Tengo una pequeña empresa de informática.
-Un pringao, vamos. Trabajas más horas que cualquiera de tus empleados y tienes la mitad de sus vacaciones. Sin sus pagas extras, además.
-Veo que conoces bien la dinámica de las pequeñas empresas.
-Mi padre era como tú. Por eso yo me juré que a mí no me pillaba eso. Yo, a la Administración pública por la vía política, que las oposiciones las carga el diablo. Por ejemplo: a la judicatura, por el cuarto turno. Ese es mi plan B.
-¿Y tu plan A?
-Tras las próximas elecciones, Consejero de Justicia e Interior.
-Picas alto. ¿Y después?
-Después, a Madrid, cerquita de La Moncloa. Muy cerquita. El cielo es el límite.
Un oyente con el oído muy fino podría seguir esta conversación a las tantas de la madrugada en un céntrico local de copas de una capital de provincias, entre dos personas que parecen acabar de conocerse allí y que han establecido la complicidad de los cuasiborrachos.
Se puede asegurar que el político de lengua suelta coprotagonista del diálogo anterior no es lo suficientemente psicópata como para cumplir su hoja de ruta. Ha alcanzado su límite en su partido y no pasará de ahí. ¿Por qué? Porque un psicópata de verdad no establece jamás ese tipo de complicidad tabernaria descrito. No es que no quiera, es que no puede.
Sus redes cerebrales, como ha explicado magistralmente Maribel Gámez en su artículo de esta serie de Zona debate, no están configuradas para eso. Si palmotea la espalda de alguien es impostado, lo hará porque piensa que le conviene fingir esa cercanía física y espiritual; pero no lo hará espontáneamente porque el cuerpo se lo pida.
Condena al banco Liberbank por vender preferentes a un incapaz y remite la causa al Juzgado de Instrucción por posible estafa (3)
Tribunal Superior de Justicia de Cantabria, 3 de diciembre de 2013.
El titular del Juzgado de Primera Instancia nº 7 de Santander ha condenado a Liberbank a devolver la inversión íntegra en participaciones preferentes que en 2006 realizó un hombre que dos años antes había sido declarado por sentencia judicial “incapaz para el gobierno de su persona y bienes”.
El magistrado ha remitido la sentencia, notificada hoy, al Juzgado de Instrucción ante la “posibilidad de que los representantes de la entidad bancaria hayan cometido un delito de estafa”.
En su resolución, el juez entiende que el hombre incurrió en un “error absoluto, esencial, sustancial y excusable sobre el contrato litigioso” debido a la “mala praxis de la entidad bancaria”. Argumenta que el error es “sustancial porque afecta a la naturaleza” del propio producto, de modo que desconoció “en todo momento” los riesgos de pérdida de la totalidad del capital invertido. Además, es un error esencial porque el banco “incumpliendo de forma flagrante sus obligaciones legales, vendió a una persona incapaz un producto bancario de alto riesgo”.
Y es un error excusable por cuanto el hombre “se dejó llevar” por un empleado del banco que le condujo a suscribir un producto “perjudicial” para el hombre pero “muy beneficioso para la capitalización de la entidad”.
“De lo anteriormente expuesto, se puede llegar a la conclusión de que, en el presente supuesto, la entidad bancaria demandada suministró a la parte demandante una información tan incompleta y sesgada sobre el producto bancario que contrataba –señala la resolución- que el conocimiento adquirido por ésta o por su causante fue totalmente erróneo sobre la realidad de su funcionamiento, y en vez de procurarle una inversión segura, adecuada a su perfil de cliente minorista y conservador, les embarcó en una inversión de alto riesgo, con las consecuencias no queridas de pérdida total del nominal invertido”.
De haber sido conocida esta posibilidad previamente por parte de los clientes “les habría llevado a no contratarlo”. “Por ello, ante este error absoluto, esencial, sustancial y excusable sobre el contrato litigioso, se debe declarar su nulidad”, concluye el juez. Por todo ello, el juez condena a Liberbank a devolver el nominal invertido, sin que pueda recuperar la rentabilidad que el hombre pudo haber percibido, y a abonar el interés legal devengado por esos 35.000 euros desde 2008 hasta su completo pago “a fin de colocar a las partes en la misma situación económica existente al momento de la contratación”.
Madrid, mayo de 2016
Dos hermanos afrontan la muerte de su madre con actitudes muy diferentes. El pequeño, Cándido, veterinario, que ha vivido la mayor parte de su vida en la casa maternopaterna y sólo muy recientemente se ha medio independizado en una habitación de un piso compartido, está destrozado. Muy apegado a su madre, se distingue en esta y otras cosas del mayor, Fermín, que se independizó muy joven, anteriormente incluso al fallecimiento del padre, ocurrido bastantes años antes. Fermín, que no se llevaba especialmente bien con la madre, se gana bien la vida vendiendo automóviles de gama alta y el fallecimiento de la madre no le ha afectado de ninguna manera.
Tras el entierro y el funeral, toca afrontar el reparto de la herencia: dos viviendas en Madrid, bastantes acciones y letras del Tesoro y una no desdeñable cuenta corriente. La viuda tenía un mediano pasar.
-Hermano, ¿tú te fías de mí? - Fermín se dirige a Cándido procurando imprimir un rictus de sinceridad en la mirada.
-Claro que sí. ¿Por qué lo preguntas?
-Porque como soy el que entiende más de números, si te parece me ocupo de hacer un reparto justo y llevarlo al notario. Con tu aprobación, claro.
-Me parece bien, lo que sí me gustaría es que me quedara yo algunas de las cosas de mamá, como el diario que llevaba, si no tienes inconveniente.
-Ninguno en absoluto. ¿Te gustaría quedarte también con los álbumes de fotos?
-¿No te importa que me los quede? ¿De verdad?
Seis meses más tarde, Cándido sigue viviendo en la misma habitación de su piso compartido en Alvarado.
Eso sí, en su habitación se acumulan unos cuantos enseres procedentes del reparto de la herencia, entre ellos el diario de su madre y los álbumes de fotos familiares. Todavía no entiende bien lo que ha ocurrido. Sabe que ha podido darse unas vacaciones de cuatro meses en Lisboa a todo lujo, donde ha conocido a una chica con la que esperaba volver a reunirse en breve, en Madrid o allí, ya se verá. Pero está sorprendido porque creía que al menos el apartamento de Cuatro Caminos sería para él, mientras que su hermano se quedaría el piso de Quevedo. No entiende cómo es posible que su hermano sea propietario de ambos y los haya podido alquilar. Lo de las letras del Tesoro y las acciones es complicado, hay que esperar vencimientos en un caso y que suban un poco en otro, pero su hermano le mostró los saldos de la cuenta corriente y, efectivamente, en las vacaciones portuguesas consumió su parte e incluso algo más. Claramente, se pasó tres pueblos. Así que…
Un político en ejercicio, un empleado bancario, un hermano en quien depositas toda tu confianza. Un caso hipotético y dos reales. Se ocultan los nombres y apellidos de los segundos por razones obvias; del primero, se podrían poner tantos nombres y apellidos… porque es algo que está ocurriendo todos los días en todos los municipios de España. Son psicópatas, pero ninguno de ellos descuartizará a nadie ni pisará la cárcel. Aunque jodan la vida a quienes les rodean o se vinculan con ellos.
Un pozo de serpientes venenosas
Algunos psicópatas son necesarios, pero la inmensa mayoría son socialmente contingentes. Dicho de otra manera, no son necesarios. Es ésta una afirmación que puede sorprender, porque en principio, para una persona de honestidad media, la psicopatía no hace ninguna falta en ninguna labor, pero la realidad nos dicta otra cosa.
¿Quieres un ejemplo de psicópatas necesarios? Compara las labores, es decir, el trabajo que cada uno tiene que planificar y desarrollar, de un jardinero, por ejemplo, y de un miembro de las Fuerzas Especiales del Ejército de Tierra, de un ‘boina verde’. ¿Necesita algún comportamiento psicopático el jardinero? Bueno, quizá hacia las malas hierbas, pero no parece que sea para tanto. Sin embargo, el boina verde tiene que ser un psicópata mayúsculo. Porque si no lo es, difícilmente sobrevivirá en el conflicto y, lo que es peor en términos militares, no podrá cumplir su cometido, aquello que es la razón de ser de su existencia: que no es morir por la patria, sino conseguir que muera por la suya el bastardo de enfrente.
La cuestión, entonces, es si tienen que ser necesariamente psicópatas el político y el bancario. Vayamos por partes.
En el s. XX los partidos políticos reproducían la estructura del Estado. En el s. XXI, el Estado reproduce la estructura de los partidos políticos. En el s. XX el Estado democrático elegía periódicamente a los representantes de la soberanía popular en elecciones libres y mantenía una división de poderes que se controlan mutuamente en un entorno de libertades fundamentales. En buena medida, los partidos políticos de ese Estado reproducían en su funcionamiento interno esos métodos, esa estructura y ese entorno que constituían unas reglas de juego.
Así los políticos que aspiraban a gobernar, primero su partido y después el Estado, tenían que adaptarse a cumplir esas reglas por mucho que les pidiera el cuerpo cargárselas. Es más, primero el partido y después el Estado, apartaban sin contemplaciones a quienes las vulneraban en el proceso de alcanzar el poder, limitando así efectivamente sus ansias de poder.
En el s. XXI aparentemente las cosas funcionan de manera semejante, pero cuando se profundiza un poco se comienzan a contemplar diferencias esenciales. Por ejemplo, ¿cuál es la estructura actual de los partidos políticos? Un buen símil sería un pozo de serpientes venenosas. La serpiente capaz de ascender por el pozo será aquella capaz de inocular a sus congéneres con la ponzoña más venenosa y, a la vez, la que resulta ser más inmune a la de esos congéneres. Lo que le permitirá ir trepando por encima de sus cadáveres y, en ardua competición con otras pocas similares a ella, ser la primera en alcanzar la superficie y controlar la salida del pozo, esto es, gobernar el partido.
El problema, cuando se reproduce este proceso en el Estado porque toca gobernarlo tras ganar unas elecciones, es que las capacidades que ha desarrollado y le han permitido gobernar el partido, ser el más venenoso entre los venenosos, el más psicópata entre los psicópatas, no son las que demanda el buen gobierno del Estado, que son esencialmente atender a las necesidades de los ciudadanos y mejorar sus vidas procurando molestarlos lo menos posible.
Pero eso es justamente lo que no proporciona ningún placer al psicópata político que gobierna. Y, además, no sabría hacerlo, no son esas las habilidades que ha adquirido y aumentado en el arduo proceso de hacerse con el poder. De hecho, su mayor habilidad no es colaborar con otros políticos para mejor realizar sus funciones, sino eliminar de su entorno a los que le pueden hacer sombra en las siguientes elecciones y rodearse exclusivamente de aquellos que esperan fielmente que les llegue su turno. Las intrigas de palacio se dan por supuestas, son parte de las reglas del juego. Pero aquí el ciudadano ni está ni se le espera y a lo que más se teme es al profesional honesto y competente.
Así que a la pregunta anteriormente formulada, sobre si son necesarios los políticos psicópatas, la respuesta no es unívoca. Si lo que se pretende es ganar unas elecciones, sí. Si lo que se pretende es servir a los ciudadanos, no. ¿Quiere esto decir, y aquí es donde radica la auténtica complejidad del asunto y su dimensión más endemoniada, que es la mayoría de electores la que vota (o no vota) contra sus propios intereses? Mucho me temo que sí. Por falta de información, por falta de reflexión, por un desinterés mal entendido… pero sí.
-Yo no voto, a mí no me engaña ninguno de éstos.
-Ah, muy bien. Entonces, ¿tampoco pagas impuestos?
- Hombre, eso sí, no hay otro remedio.
-Pues tú mismo... Pagas pero no decides. Y no tienes por qué votar a ninguno de ellos, puedes votar en blanco. ¿Te imaginas que ese 30% que no vota y el 10% que lo hace tapándose la nariz votara en blanco? Primera fuerza política, a enorme distancia de la siguiente. Y al contrario que el voto nulo, el voto en blanco sí es un voto válido.
¿Banquero, bancario o ambos?
Será casualidad (aunque, para ser sincero, lo dudo), pero en seis o siete años la operativa en las oficinas bancarias ha experimentado una transformación total. La tradicional estampa de algunos jubilados haciendo cola ante la caja para sacar pequeñas cantidades de dinero para hacer frente a los gastos cotidianos de la semana ha desaparecido por completo. Hoy día casi todas de las cada vez más escasas oficinas bancarias son lugares inhóspitos no ya para los ancianos, sino para la mayoría de clientes, que tienen que actuar en régimen de autoservicio.
Sólo se atiende personalmente a quienes van a contratar productos y servicios de cierta complejidad y elevado beneficio para el banco. El resto, al cajero o a Internet. Sin embargo, las comisiones que se cobran por la autogestión del cliente son las más altas de Europa, así como las rentabilidades de los productos y depósitos bancarios son las más bajas de Europa.
Quienes han diseñado esta operativa son banqueros pactando entre ellos habilidosamente como oligopolio. Quienes la ejecutan son bancarios que aspiran a medrar en ese sistema. Tanto unos como otros saben perfectamente lo que están haciendo y a costa de quién: de la inmensa mayoría de clientes. Hay, naturalmente, excepciones: “Si debes medio millón a un banco, tienes un problema; pero si le debes cien millones, el problema lo tiene el banco.”
¿Son psicópatas los primeros? De lo peor que se pueda imaginar. Y, ciertamente, algunos de ellos, muy pocos, han acabado en la cárcel; véase el caso de Mario Conde. ¿Y los segundos? Pues en ello están, con habilidades psicopáticas de serie o adquiridas. Y de lo segundo se encargan los departamentos de recursos humanos de los bancos, como muy bien muestra ‘Lobos’, el cortometraje que inicia hoy nuestra Zona debate.
En definitiva, que a nuestro alrededor hay psicópatas y algunos de ellos tienen capacidad de hacernos bastante daño. No es de los psicópatas que producen daño físico, de los destripadores en serie con las manos manchadas de sangre, de los que hay que protegerse. Es más probable que te caiga un rayo que encontrarse con uno de ellos. Es a los psicópatas de cuello blanco a los que hay que temer, porque son los que están más próximos. De hecho, los tenemos encima. Y los más peligrosos son los que tienen en sus manos, directa o indirectamente, el Boletín Oficial del Estado. Así que no es a la sangre de las películas, sino al BOE, a lo que tienes que temer. Protégete.
Notas:
(1) El Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fifth Edition 2023 (DSM-5), en español Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, es un manual de clasificación y diagnóstico publicado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.
(2) La Clasificación internacional de enfermedades, 11ª edición 2019 (CIE-11) es la versión en español de la Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems publicada por la Organización Mundial de la Salud.
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Buen motivo de reflexión, idóneo para modificar algunos comporportamientos
Me ha abierto los ojos. No me había dado cuenta del todo del peligro que suponen algunas personas. A ver, no es que lo ignorara por completo, notaba que algo raro ocurría cuando te relacionabas con ellas, pero no sabía el motivo. Ahora sé que tengo que limitar la relación al mínimo posible.
En general me gustan mucho los artículos del blog, pero si tuviera que elegir algunos, me quedaría con los de la Zona de Bebate. Son muy ricos y variados. El triple punto de vista funciona como amplificador, en mi opinión. Una vez más, gracias.
Me ha llamado la atención la escena de los trasnochadores en el bar de copas... Eso lo he visto muchas veces desde el otro lado de la barra, tal cual lo reproduce el artículo, y puedo dar fe de que cuanto más parlanchines menos peligrosos. Los verrdaderamente dañinos hablan poco aunque estén bastante bebidos. Magnífico artículo.
Muy oportuna la paráfrasis de la cita de La Eneida, "Timeo Danaos et dona ferentes", aplicada al Boletín Oficial del Estado, jajajaja. Efectivamente, todos los políticos que firman ahí son psicópatas.